jueves, mayo 07, 2015

UN INÉDITO PARA CELEBRAR LA ESCRITURA



El pueblo dormita. Paseo por el monte y veo un nogal. Trepo. Escondida entre sus ramas logro otra perspectiva del  paisaje. Me invaden anhelos dormidos que ya han estado ahí y he logrado soslayar indefinidamente. La tarde se inclina. Me ensimismo en la visión de las nueces, su dureza, su sabor a infancia. Con los dedos recorro  las circunvalaciones de un fruto. Se me antoja  un pequeño cerebro humano y siento que hay un poder desconocido en la naturaleza. La luz diurna se difumina y me cercan las sombras. Desciendo lentamente de mi  improvisado trono y pongo pie en tierra. De nuevo a ras de suelo con la rutina… Pero nada me impide pensar que desde la rama del árbol al paraíso sólo hay un ínfimo salto.