Con su coquetería habitual no deja que digamos cuantos...Fue un día de sol y comimos frente al mar. Nada muy especial, algo sí diferente, un poco de paseo, compras, saludos a viejas glorias al caminar por las aceras citadinas, aparente calma. En verdad, una pena. Ella se merece TODO de todos ( su familia ) y ¿ dónde están ?
Acabamos la tarde juntos los tres, como viejos amigos. Eso somos, madre: viejos.
Tú no, tú eres la luz de mis noches en vela y la penumbra de mis días desesperados.
Mi descanso. Mi fe. Te quiero, madre mía. Besos.
1 comentario:
Ya se sabe, "de tal palo...", no esperaba menos de hija de tal madre... Un abrazo... a las dos, claro.
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